
Hemos analizado 2001: Una odisea en el espacio, Atraco perfecto y Eyes Wide Shut. Y en la semana del terror, ¿qué mejor película para nuestro #CicloKubrick que… El resplandor? ¡Dentro análisis cinematográfico!
El resplandor (The Shining, 1980) de Stanley Kubrick, considerada por muchos LA película de terror, es una cinta rodeada de misterio que hace honor a su título: conspiraciones y mensajes ocultos del director, múltiples interpretaciones, los enfrentamientos entre Kubrick y Stephen King, el autor de la novela en la que se basa… Incluso su doblaje al español tiene una historia peculiar.
Os hemos dedicado esta tira cómica para que podáis saber más del tema de Stephen King. Sobre el doblaje, os lo cuento en este hilo:
Me aburro y os voy a hablar del doblaje de El Resplandor. No puedo asegurar la precisión histórica, ya que esto es algo que me ha contado gente de la profesión y la tradición oral es como es. Pero aquí va. pic.twitter.com/hMXESb7tCU
— Scarlew Harzac (@ScarlewHarzac) September 27, 2018
Las referencias
Una película que ha sido referenciada hasta la saciedad en la cultura popular (¿quién no recuerda ese gran especial de Halloween de Los Simpson? ¿O el patrón de la alfombra del Overlook?). Y no es para menos, ya que ha dejado imágenes grabadas a fuego en la mente de todos los espectadores. Como el torrente de sangre de los ascensores, las gemelas al final del pasillo y, claro está, la famosa escena del hacha, inspirada directa de La carreta fantasma de Victor Sjöström de 1921. Y es que como Kubrick bien sabía, el cine bebe de muchas artes, pero sobre todo, del propio cine.
La ambigüedad
Pero ¿qué hace a El resplandor tan especial? ¿Por qué generación tras generación de espectadores la consideran tan terrorífica? La respuesta en realidad es bastante sencilla. El resplandor es una película ambigua.
El miedo es la emoción primaria gracias a la cual hemos sobrevivido como especie. Frente a una situación de aparente peligro, el miedo nos incita siempre a huir. Y es importante recalcar la palabra “aparente”, ya que lo que provoca el estado de alerta es el desconocimiento, la mera posibilidad, la ambigüedad de la situación.
El «cómo pasará» por encima del «qué ocurrirá»
Durante los primeros veinte minutos de metraje, sabemos que el hotel Overlook está encantado, que Jack tiene antecedentes violentos y que Danny, su hijo, posee el resplandor. Lo interesante de la historia no es el “qué ocurrirá” (eso resulta evidente), sino el “cómo”. Y es aquí donde Kubrick se aleja de las convenciones y crea una obra diferente y perturbadora, arrastrándonos a un descenso en espiral hacia la locura en el que todos los elementos cinematográficos juegan a esta ambigüedad, a crear una sensación de extrañeza y alerta constante que mantiene al espectador en tensión, dotando a la cinta de una atmósfera absolutamente terrorífica.
Empezando por el primer plano: una toma aérea de las montañas y un coche por una carretera sinuosa, mostrando por un lado el aislamiento hacia el que se dirigen los personajes, uno de los temas centrales, y por otro, dando la sensación de que algo los observa y los acecha. Esta sensación será constante en la película, y abundan los ejemplos, como esa increíble transición en la que pasamos de un plano de Jack mirando la maqueta del laberinto a un plano cenital de esta, que en seguida descubrimos que no es tal, sino el auténtico laberinto, con Wendy y Danny recorriéndolo, presentando a Jack como una figura acechante y terrorífica.
Aunque el ejemplo más claro tal vez sean los numerosos planos de seguimiento de personajes, sobre todo dorsales, como los famosos planos de Danny recorriendo los interminables pasillos del hotel con su triciclo, en los que, cada vez que gira una esquina, el espectador aguanta la respiración esperando ver algo terrorífico que no aparece.
Y, precisamente, cuando finalmente encontramos el esperado terror, dos niñas gemelas en este caso, resulta de los más extraño. Parecen inofensivas, pero su rostro resulta perturbador, inexpresivo, su sonrisa podría esconder cualquier cosa. Y el hecho de que sean gemelas, idénticas, simétricas, hablando a la vez, dota a la escena de una gran antinaturalidad.
Jack Torrance
Pero, sin duda, el personaje más ambiguo de la cinta es Jack Torrance, interpretado por Jack Nicholson en una excelente elección de casting. Y es que su fisionomía (y especialmente sus cejas) contribuyen a crear esta sensación de desconcierto, ya que su sonrisa, aunque pueda parecer amable, siempre tiene algo de malévolo que nos hace sospechar de sus verdaderas intenciones. Y si además tenemos en cuenta que en ocasiones parece que el personaje mire directamente al espectador a través de la pantalla, la sensación de inquietud es inevitable.
Breve inciso para añadir que aunque el de Nicholson sea el papel más llamativo de la película, cabe destacar también a Shelley Duvall, que a pesar de las diferencias con el director durante el rodaje, nos mostró esa Wendy frágil tan convincente, a Scatman Crothers, que dejó escapar más de una lágrima en entrevistas posteriores, agradecido por haber podido participar en algo tan increíble, y Danny Lloyd, que con sólo siete años y sin saber de qué trataba la película, nos brindó una de las actuaciones infantiles más memorables del cine.
Música y ritmo
Otro elemento que destaca es la música, llena de ruidos y atonalidades, instrumentos difíciles de identificar cuyo sonido parece transformarse en medio de las notas y con un patrón absolutamente impredecible. En ocasiones la música se mantiene constante cuando las imágenes presentan un cambio brusco, y al revés, subidas de volumen que no acompañan ningún sobresalto. En resumen, una banda sonora inquietante que pone los pelos de punta.
Pero si hay un elemento que predomina por encima de todos y hace que El resplandor sea tan diferente es el ritmo. Todo el cine de Kubrick presenta un ritmo muy especial propio del cineasta, amante de la lentitud, que en el caso que nos ocupa, se nos presenta como algo antinatural y perturbador; todo es demasiado tranquilo por muy evidente que resulten las amenazas. Los diálogos son pausados, creando una tensión que nada tiene que ver con las conversaciones que en su mayoría resultan banales y vacías.
Aislamiento
Y es que, como ya hemos dicho, el tema del aislamiento y la falta de comunicación está presente en toda la película. Desde el concepto espacial del mismo hotel, aislado en las montañas durante el invierno, las diversas escenas de Wendy intentando contactar por radio con el exterior, y esos diálogos tensos llenos de silencios incómodos entre la pareja. Otros elementos contribuyen a conceptualizar el viaje a la locura, sobre todo de Jack, que poco a poco se pierde a sí mismo, siendo el más evidente de todos el laberinto, donde transcurre el clímax de la cinta.
De hecho, el guion (escrito por Diane Johnson y el mismo Kubrick) se reescribía cada día durante el rodaje, adaptándose a los espacios. Por eso la película está estructurada en partes que dividen el tiempo cada vez en periodos más cortos (empezamos por La entrevista, pasamos por Un mes después, los días de la semana y finalmente horas concretas). Durante el rodaje no se trabajaba sobre el guion completo, sino sobre cada una de estos segmentos, adaptando las acciones y los diálogos en el momento. No es de extrañar entonces que se trate de una adaptación “poco fiel” a la novela original, ya que esta sólo sirve como punto de partida para crear toda esta atmósfera cinematográfica de constante terror y ambigüedad, que se centra en el verdadero protagonista de la película: el hotel.
Por supuesto, hay muchísimos más ejemplos que ilustran cómo Kubrick crea esta atmósfera ambigua, desde el tratamiento sonoro, con sonidos inofensivos, como Jack jugando a la pelota o escribiendo a máquina, presentados de forma brusca y violenta; diferentes elementos recurrentes como los espejos y las máscaras, objetos siempre relacionados con la ambigüedad y las apariencias y las intenciones escondidas; o mi favorito, el plano nadir (desde abajo), un ángulo muy poco habitual en el cine (y en la vida) con el que se nos muestra a Jack encerrado en el frigorífico.
El resplandor. LA película de terror
En conclusión. El Resplandor no es una película para saltar del asiento y gritar. Es una película que busca que frunzas el ceño, que constantemente estés en tensión y no entiendas muy bien qué está pasando. Porque ¿acaso hay algo más terrorífico que eso?
No olvides escribirnos en los comentarios. Y en redes. Y por todo. Y también juega. Porque…
All work and no play makes Jack a dull boy
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