
Que el Joker es el resultado de una estrategia, un producto diseñado para hacerse con todos los premios, es una obviedad. Que El Joker merece cuantos premios consiga, es una certeza para quien se haya conmovido hasta la médula con sus imágenes.
¿Qué supone el Joker?
La película de Todd Phillips es un respiro entre el bombardeo incesante de filmes de superhéroes incapaces de aportar nada nuevo. Un género hoy en día relegado en su mayor parte al consumo rápido y al puro entretenimiento, cual McDonald’s del cine. Lejos quedan las personalísimas (y cuestionadas) aportaciones de Tim Burton y Christopher Nolan al universo de Batman.

Pero Joker va más allá, y ya lo hizo Logan (2017) en su momento con el famoso personaje de X-Men. Joker constituye la prueba de que la materia prima no trae implícito un determinado patrón o enfoque cinematográfico por defecto. Que, sin desmerecer el entretenimiento, no es necesario reducirlo a una retahíla de escenas de acción elevadas al cubo, calcadas y vacías.
El gran logro del Joker
Joker es, desde sus inicios, el personaje perverso y carismático por antonomasia. Pero desde que Heath Ledger lo colmara de gloria póstuma al dar vida al villano en las dos primeras entregas del Batman de Nolan, lleva un añadido de mitificación.

Posteriormente, fuimos testigos de cómo la caracterización de Jared Leto generaba las más altas expectativas entre fans y profanos en materia de cómic en su breve aparición de Escuadrón suicida (The Suicide Squad, 2016). Y no ha sido menos en esta última entrega del personaje, gracias a una efectiva campaña publicitaria que nos prometía una historia «real».
Y así ha sido. El gran logro y la novedad del Joker de Phillips es hacer tangible la empatía que sentimos por el protagonista y su trágica historia. Tras el Joker lúdico, alocado y carnívoro de Jared Leto, el de Joaquin Phoenix es descarnado, profundo y descorazonador. Sentimos la «justificación» de esa conducta, las ansias de justicia del monstruo, el paria que ha sido pateado y desterrado de la sociedad.
Lo que uno está llamado a ser
En el filme habla la voz del trauma y del estigma. La voz de la liberación al abrazar lo que creemos nuestra propia naturaleza. Lo que uno está llamado a ser: el cómico que así ha nacido y así debe brillar.
Arthur Fleck/Happy/Joker, entre las más adversas circunstancias de su entorno, explora su pasado y busca su identidad, que encontrará en la ratificación de su condición mental, estallada y distorsionada.

Phoenix brilla, enorme, con una interpretación que conduce a la expresión más física y gestual, abrazando desde lo tierno hasta lo macabro. Está perfecto en la recreación de los tics y las carcajadas involuntarias que quieren ser llanto. O sirviéndose de un cuerpo en contorsión constante y unas facciones que irradian rabia y alienación, e interpelan una comprensión que no llega.
And the winner is…
Hace unas semanas, Joaquin Phoenix recogía el TIFF Tribute Actor Award en la 44ª Edición del Festival Internacional de Cine de Toronto. Quizá sea el primero, durante este año y el siguiente, de numerosos premios destinados a reconocer la carrera del actor y/o su interpretación del villano de DC.
Phoenix ha llevado siempre a la excelencia sus trabajos y cuenta ya con una sólida trayectoria, así como con varias nominaciones a los Óscar (entre otros premios): Gladiator (2000), En la cuerda floja (Walk the line, 2005) -por la que ganó el Globo de Oro a mejor actor de musical o comedia- y The Master (2012).
Pero, al margen de los galardones, la última década ha sido especialmente relevante para el actor. Recordemos excelentes títulos como Her (2013), Irrational Man (2015), Puro Vicio (Inherent Vice, 2014) o En realidad, nunca estuviste aquí (You were never really here, 2017).

A estas alturas, sabemos que un premio (y sobre todo un Óscar) no es sinónimo de lo que pueda ser tildado como «lo mejor del año» en cada categoría cinematográfica. Cada galardón evidencia un criterio que suele perpetuarse en el tiempo, y enmarca el filme premiado en un estatus como producto de consumo, determinando gran parte de su público.
Pero, reconozcámoslo, los premios otorgan notoriedad y nos producen una cierta emoción. A veces, incluso, los utilizamos para ratificar nuestros propios gustos. Y cuando sucede un reconocimiento fuera de lo común (véanse los tímidos intentos de los Óscar de galardonar filmes que abordan temáticas más comprometidas, abiertas o en apariencia menos comerciales), sentimos que se hace un poco de justicia.
Sin embargo, no olvidemos que el Joker ganó el León de Oro en la pasada edición del Festival de Venecia, cosa que nos puso en alerta. Ese filme prometía, y mucho.
Entonces, ¿merece el Oscar?
¿Significa eso que Joker ganará el Oscar a mejor película? Lo merece, como lo merecen otras muchas.
Aunque la factura podría haber sido más arriesgada, la película respira calidad y autenticidad. Una atmósfera cruda, asfixiante, en deuda con el cine norteamericano de los setenta y glorificada a través de la fotografía y la música, extraordinarias.
Temas clásicos excelentemente escogidos como «Smile«, «That’s life», «Send in the clowns» o el éxito de Gary Glitter, «Rock & Roll Part II«, se intercalan entre las incursiones de la desoladora partitura de la chelista Hildur Guðnadóttir.
¿Significa que Joaquin Phoenix ganará el Oscar a mejor actor? Nuestras apuestas van en esa dirección y creemos que lo merece rotundamente. Por haber dado vida a un personaje descarnado y coreográfico, que poco a poco se desinhibe explotando la comicidad como la manifestación pervertida de la desdicha.
No dudamos que levantarse del patio de butacas a recoger premios será una constante durante los próximos meses para el actor estadounidense.
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