
En esta ocasión en Gamer o Manta no te vamos a hablar del último lanzamiento del mercado. Te vamos a hablar de una experiencia, de cómo un juego llega a ser parte de ti. De cómo algo tan simple como un juego te puede ayudar a sobrellevar el día a día cuando lo que está pasando es malo. Esto es todo lo que he vivido en “Un Año de Animal Crossing”.
Una vía de escape | Un Año de Animal Crossing
Nadie se sorprende cuando decimos que la cuarentena en España nos cogió a todos por sorpresa. A mí, concretamente me sorprendió saliendo de la ducha medio dormido, cuando me preparaba para ir a trabajar. Un mensaje media hora antes de coger el tren, avisando que cerrábamos hasta nuevo aviso.
Realmente nunca llegué a tener miedo a causa del virus en sí, pero sí que me quedé con cierta sensación de inquietud. O quizá miedo a que pasaría con mi vida y la de los que tengo cerca. Las noticias no eran halagüeñas, y en casa todos lo sobrellevamos de la mejor manera posible: probamos el Game Pass, muchos memes, series… Yo por suerte tenía dos marcas en el calendario. Una era el 14 de abril, cuando se lanzaba Wastelanders, la esperada actualización de Fallout 76. La otra fue la que consiguió que todo este proceso se hiciese más llevadero, y la razón de que a día de hoy estéis leyendo esto. El 20 de marzo de 2020 se lanzó Animal Crossing a nivel mundial, y por unos días, muchos de nosotros respiramos tranquilos.

Lo cierto es que Nintendo había desgranado muchas de sus bondades, pero la clave de su éxito es que llegó en un momento providencial. Durante los primeros días de la cuarentena y la pandemia, una de las cosas que más me motivaban para levantarme y comenzar el día era jugar a Animal Crossing. Ver qué novedades había, qué personaje me visitaba ese día, descubrir que la construcción del museo había acabado… pequeñas cosas que suponían un aliciente para pasar un día más en un momento en el que todos los días pasaban lentos y uniformes.
La noche señalada | Un Año de Animal Crossing
La noche del 19 al 20 fuimos muchos los que nos fuimos tarde a la cama. Dado que Nintendo liberó el juego en ese intervalo de tiempo, los que contábamos con la versión digital pudimos jugar unas horas antes que la gente con versión física.
Aquella noche tuvo algo de mágico. Llevaba días dándole vueltas a que nombre escoger para mi Isla, y al final, ganó “Castaña”, algo muy típico del norte. Cuando por fin pude comenzar, me sentía hasta algo nervioso. El cosquilleo de experimentar algo con lo que estás muy familiarizado pero que hace años que no haces. Como montar en bici o volver a tu antiguo colegio.
Y allí estaban, Tendo y Nendo dándome la bienvenida y hablándome de papeleos, de escoger un destino y una isla que me pareciese bonita. A los pocos segundos estaba montado en el hidroavión dispuesto a emprender una gran aventura.

Los primeros días pasaron rápido: montar las tiendas, una decoración aquí y allá, escoger la ubicación de la tienda… Pronto a mis vecinos iniciales (Chema y Avelina) se les unieron Norma, Peggy, Filberto, Miguelón y muchos más. Conforme la isla crecía, la situación en el mundo real empeoraba poco a poco. Cada vez más contagios, más amigos que enfermaban y de los que sólo sabía por internet. Y lo cierto es que tener este entorno bonito y amable que yo podía controlar, en el que mis decisiones marcaban una diferencia, fue un potente bálsamo. Mantenerse centrado y ocupado en algo de tales dimensiones me distraía de una crisis contra la que no se puede hacer nada. Y tal y como decía San Jerónimo: “Trabaja en algo para que el diablo te encuentre siempre ocupado”. Y el diablo eran mis propios pensamientos negativos. Algo de lo que es difícil escapar.
Una cura de humildad
Lo que sabía seguro nada más empezar es que el “endgame” llegaría tarde o temprano, ya que Animal Crossing no es un juego que destaque por una narrativa profunda o una curva de aprendizaje elevada. El juego te enseña cuatro cosas, te enseña los rudimentos básicos y te deja libre con una máxima: vive, experimenta y tómatelo con calma.
Por supuesto yo me había informado de qué pasaba cuando cumplías todas las misiones básicas y comenzaba el juego en sí. Sabía que el llegar a la “libertad” era sólo el comienzo. Ahora toca llegar a la categoría 5 estrellas, empezar a terraformar, ampliar la casa… y confieso que ahí me volví absolutamente chiflado.

La verdad es que nunca he sido uno de esos jugadores de Animal Crossing que se lo trabajan en plan extra. Casitas normales, pocos diseños personalizados y poco más. Pero en New Horizons la cosa ha cambiado. Desde esta entrega, podemos poner muebles en el exterior y alterar la isla físicamente. Además, aunque haya sido de una manera “muy Nintendo”, tenemos más libertad para conseguir patrones y diseños personalizados y herramientas para usarlos. Y eso también me ha afectado.
Continuo rechazando las islas hipercustomizadas, como esas en las que cubren cada centímetro de hierba con pavimento customizado, o usan mamparas para simular paredes y jugar con la perspectiva. O incluso la última moda, de hacer casitas de mascotas en perspectiva isométrica usando los nuevos diseños para paraguas. Son cosas que obviamente todo el mundo es libre de hacer, pero no van conmigo.
Cinco Estrellas
Al día siguiente me puse manos a la obra con la intención de hacer una “urbanización”. De esa forma, tendría a todos los vecinos juntos, con su parcela privada y decoración adaptada a cada uno. Tuve que mover todas las casas de sitio, terraformar, mover la zona de acampada… Pero pude lograrlo. El siguiente paso fue llenar el resto de la isla de zonas interesantes, porque obviamente no me podía detener ahí. Claro que no.

Según se fueron sucediendo las semanas y las actualizaciones, llegó el faro y zona del acantilado, la terraza observatorio y un bar tiki en la playa. También me atreví a dar un poco de vida a la tienda de Tendo & Nendo con una especie de “callejón trasero” con máquinas expendedoras y una cafetería al aire libre. Con la actualización de Halloween, deseché definitivamente mi idea de hacerme un jardín de rocas y lo convertí en un huerto con cobertizo. Más adelante, una pequeña zona ajardinada con fuente delante del ayuntamiento. También un pequeño parque solitario en el primer emplazamiento de mi casita (ahora una mansión con dormitorio, estudio, baño, cocina y gimnasio) y un refugio secreto al lado del río, entre los árboles.
Ahora mismo, con la última actualización y la posibilidad de usar las tarjetas amiibo de Sanrio, estoy convirtiendo el café en una cafetería temática de Cinnamoroll. Y seguramente no sea el último cambio…
Auge y declive | Un Año de Animal Crossing
Puedo afirmar sin miedo que este juego ha sido una de las mejores compras de mi vida. Un título que te brinda 430 horas de diversión (según mi consola) merece cada céntimo que ha costado. Pero también es justo decir que como con los amores en la adolescencia, la cosa no dura para siempre.

New Horizons ha traído un montón de mejoras que la comunidad pedía desde hace años. Ha sabido aprender de sus errores y carencias del pasado y ha dado muchos pasos en la dirección correcta. Temas con la decoración de exteriores, un mayor control de la decoración en las casas, mayores posibilidades de personalización y el terraformado son cosas que todos pedíamos desde hace años. El salto gráfico ha sido espectacular, pasando a crear un mundo que se siente mucho más vivo. Poder contemplar como las hojas de los árboles se mecen con el viento o cómo las gotas de lluvia caen en los cristales cuando estamos dentro de casa son detalles nimios, pero que te sumergen en el juego.
El problema es que han creado un mundo vivo y tranquilo, pero quizás calmado en exceso. A pesar de que las actualizaciones están siendo constantes, poco a poco he ido perdiendo esas ganas de que llegase el día siguiente para ver qué pasaba en la isla. Por supuesto que puede ser apreciación personal, pero en otras entregas nunca me había dado la sensación de que los diálogos con los vecinos y ciertos comportamientos se repitieran tanto.

Esa extraña sensación, junto con que no haya más expansiones de la tienda, la poca variedad de los invitados que llegan a la isla y lo espaciados que están unos eventos de otros, han ido haciendo que me poco a poco me haya empezado a resultar monótono.
Por supuesto, sigo entrando siempre que puedo, aunque sea unos minutos para ver las novedades, que siempre las hay. Los objetos de Super Mario, los nuevos objetos diseñables y mucho más son lo que hace falta para recordarte que tienes una isla llena de amigos deseando verte.
Un pequeño descanso | Un Año de Animal Crossing
A pesar de esas notas grises de los últimos tiempos que son sobre todo a título personal, New Horizons es algo que siempre va a formar parte de mi propia historia. Un Año de Animal Crossing que ha tenido sus subidas y sus bajadas, y sus curvas. De igual forma que este juego.

En tiempos oscuros todos nos agarramos a un clavo ardiendo si hace falta, y la verdad, llevamos un año y algo francamente horrible. Además, las previsiones no son alentadoras. Es por esto que todos necesitamos un espacio seguro y tranquilo, un lugar o momento en el que nada malo ocurre, en el que estamos en paz. Y es algo que todos deberíamos tener, ya sea un juego, un libro, un rato viendo la tv, meditando, o dándonos un baño caliente.
Todos necesitamos ese pequeño respiro, y para mí, ha sido esta pequeña isla hecha de datos e imaginación. A pesar de que últimamente le dedique menos tiempo, siempre voy a tener a Filberto dándome los buenos días con la boca llena de chocolate. Siempre podré tener una conversación sobre pop y las celebrities con Linda, o sobre vinilos y cosas vintage con el bueno de Eucalín. Pase lo que pase, siempre podré sentarme en mi tienda de lona, entre las flores, y ver como corre el agua del río mientras pasan las nubes sobre mí.
Un pequeño pedazo de lo que algunos llaman calidad de vida.

Como siempre, si te quedas con ganas de más, puedes leer otros grandes artículos como nuestra review de Loop Hero o nuestra review de Bravely Default II. También nos tienes en Twitter para contarnos cómo ha sido tu experiencia con Animal Crossing New Horizons, o lo que te apetezca.
Y si te has quedado con la intriga de dar una vuelta por Castaña, aquí tienes el “Código de sueño” para que puedas visitarla siempre que quieras: DA-1195-9621-6144