A veces, nos llegan creaciones sobrecogedoras donde todos los elementos que las conforman parecen confabular en aras de crear una historia atemporal.
Después de la maravillosa Ida (2013), Pawel Pawlikowski nos trae Cold War (Zimna wojna), un bellísimo relato de amor que transcurre a lo largo de más de una década. Ambientado durante la Guerra Fría, y en Polonia como epicentro de la historia, la narración va saltando de año en año y variando de ciudad como escenario.
La magistral dirección de Pawlikowski se decanta por la sensorialidad, la elegancia y por un halo de cine de otra época. Cada encuadre nos sorprende, como si se tratara de acertadas instantáneas de mirada nostálgica.
Una excelente fotografía en blanco y negro confiere carácter a los escenarios, que van desde paisajes hostiles a refinados ambientes, y resalta los hipnóticos rostros de ambos protagonistas.
Las interpretaciones de Joanna Kulig y Tomasz Kot, orgánicas, fluyen desde la contención (más acentuada en Kot) y la deshinibición con el hilo de la historia y la evolución de sus personajes.
La historia sublima cada uno de los momentos elegidos para contarla, dilatando, comprimiendo u omitiendo los instantes vividos: la plenitud de ese paseo nocturno por el Sena, en el que se vislumbran edificios y paseantes semiocultos en la penumbra; los cautivantes números musicales; o ese brutal y conmovedor final.
Crucial, la banda sonora conduce a la pareja protagonista. Un melancólico hilo musical los acompaña con variaciones, transformándose como se transforman ellos según el escenario y momento: contemplativos, alocados, errantes, apasionados.
Contada con el más universal de los lenguajes, Pawlikowski hace de cada secuencia de Cold War una danza absorbente, emotiva y virtuosa.
LA OPINIÓN DE KONG 
Te golpearás el pecho con…
– La dirección de Pawlikowski, personalísima y conmovedora.
– El desgarrador final.
Te golpearás la cabeza con…
– Que se nos haga corta.
EL VEREDICTO:
