
Apaga el móvil, que empieza Babylon.
La fiesta del fin del mundo tiene muchas formas y colores, tantas como personas existen en el mundo para imaginarla. La fiesta de Damien Chazelle nos lleva a la transición de los años 20 a los 30 del siglo XX, donde el cine pasó a tener sonido, la economía estalló y los fascismos se arraigaron.
Las sensibilidades de Chazelle nos alejan de las realidades socioeconómicas y geopolíticas de la época, centrándose en el Hollywood de Los Ángeles y el mundo del cine.
Así nace Babylon, una mastodóntica crónica sobre la transición del mudo al sonoro en una industria que dejó atrás las bacanales vodeviles para abrazar el puritanismo del código Haynes. En concreto, se centra en cuatro figuras centrales y sus victorias y derrotas en un mundo por siempre cambiante. Los gritos de un Gatsby angelino donde el auge y la caída de las estrellas del cine se vieron acelerados y accidentados por un período lleno de cambios.
Babylon: un sifón de culturas y referencias
La historia de Babylon la hemos visto muchas veces. Mientras que Cantando bajo la lluvia (1953) es la referencia directa que hace Chazelle, no quedan lejos de ella otras cintas como The Artist (2011) o El Crepúsculo de los Dioses (1952).
Las ansiedades de esta industria y sus artistas siempre acaban volviendo a este histórico acontecimiento, el único evento tecnológico y artístico que retumbó en lo más profundo del ADN del arte y lo cambió para siempre.

Y de la misma forma que la película se nutre de numerosas referencias, tanto Los Angeles como Babylon se apropian de un sinfín de culturas, consumiéndolas y alienando a sus miembros hasta transformarles en, simplemente, un engranaje más de Hollywood.
La película es coral, llena de orgías y excesos, en lo que recuerda a otro gran referente, si bien más alejado (digamos que, en lugar de hermana como pueda serlo The Artist, es prima) en Boogie Nights (1997).
Y en su reparto se refleja ese influjo y nexo de culturas. Nellie LaRoy (Margot Robbie) es «white-trash», de los estratos más bajos de la sociedad; Manuel Torres (Diego Calva) es mexicano, inmigrante y trabajador; Sidney Palmer (Jovan Adepo) es negro, músico de jazz y un Artista™; y Jack Conrad (Brad Pitt) es la gran estrella, en decadencia pero todavía en su momento.
Sin embargo, aunque que tengan orígenes dispares y provengan de mundos tan distintos, todos pasan por la homogeneización de Hollywood. Y uno por uno, son escupidos.
El fin de la fiesta en Babylon
Anteriormente la industria reflexionaba de forma agridulce acerca del cine en esa época, en la que tantos artistas dejaron de tener talento por el simple hecho de que su medio de expresión fue desterrado. Babylon, sin embargo, adquiere una lectura un tanto aterradora, una subyacente ansiedad que flirtea con el ataque de pánico.
Esto no viene tanto por el texto de la película, como por su contexto. Las otras versiones de esta ansiedad siempre han llegado antes o después de cambios en el paradigma cinematográfico. Cantando bajo la lluvia se estrenó a rebufo de la crisis mcarthiense y su caza de brujas de comunistas, que dejó a una industria huérfana (o escondida). The Artist fue un último canto de libertad antes de que el blockbuster superheróico, y Marvel en concreto, se hiciesen con el control absoluto de la conversación, y de las salas.
Sin embargo, nunca estos cambios habían llegado acompañados de un cambio sociopolítico de orden mundial, como ha hecho Babylon.

Estamos experimentando las primeras olas de un apocalipsis climático. Los movimientos anticapitalistas de mundo coletean en ambas direcciones, y nos transportan de nuevo a esos años 20 del siglo anterior. Los fascismos de Vox empiezan a cocerse como ya hicieron entonces, la revolución comunista vuelve a ser muy tentadora; y los socialismos están siendo aplastados. Estamos en las últimas bocanadas de aire de una pandemia mundial sin precedentes.
Y, para colmo, el paradigma de la industria de Hollywood se tambalea, se resquebraja, y está a punto de eclosionar en su próxima etapa. El cine superheróico empieza a sangrar. Los monopolios son feudos que destruyen el arte. Y la fiesta del cine parece estar empezando a darnos resaca.
¿Qué podemos hacer, si no volver a un tiempo tan similar, tan dispar, al que vivimos ahora?
Damien Chazelle es Nellie LaRoy (más o menos)
No culpo a nadie si creen que estas son mis propias ansiedades plasmadas en la crítica. Qué narices, probablemente tengáis razón. Soy una persona que ha llegado a la vida adulta en un tumultuoso período de nuestra historia. Me dijeron que el mundo estaría a mis pies… y técnicamente es verdad, pero no como me lo vendieron.

Pero hay algo a mi favor. Un clavo al que agarrarme ardiendo para no aceptar que soy yo quien ha impuesto esta lectura sobre Babylon: Damien Chazelle tiene 37 años.
Es el ganador más joven del Oscar a Mejor Dirección. Le prometieron Hollywood a sus pies, y con todo lo que ocurre a nuestro alrededor, ve cómo todo lo que ha rozado con la punta de sus dedos se le escapa de las manos.
Creo que Damien Chazelle se ve en el personaje de Nellie LaRoy. Margot Robbie pone toda la carne en el asador para ofrecer el Avatar de la transición, y donde las ansiedades de Chazelle exudan por los filamentos del film.
Su historia es la tragedia de una actriz que llegó tarde al cine mudo. En la película, es una barriobajera que se ve obligada a arrimarse a la nueva aristocracia hollywoodiense. La estrella que brilló con tanta intensidad que se consumió antes de siquiera apagarse.
Así es como Chazelle debe sentirse. Un director de la era pre-tiktok, ajeno a los nuevos cambios, donde una buena película ya no vale por sí misma. Y esto queda mucho más evidente cuando te das cuenta de que en Babylon, estás presenciando a un artista apostar con todo, pierda o gane.
¿Cuándo podrá volver a hacer una película?
Pero antes de irme…
En muchos aspectos, Babylon es la mejor película de Chazelle. No tiene la precisión de Whiplash (2014) ni el romanticismo de La La Land (2016), el oficio de First Man (2018) está a años de luz de esta película.

Sin embargo, aquí Chazelle ha hecho muchas «primeras veces» en su cine. Ha dado rienda suelta a todo lo que contuvo, retuvo o ignoró por completo en su obra posterior.
Babylon, como su director, está entre dos mundos. Aferrándose al pasado, obligada a dejarlo ir abrazar el futuro. Durante 3 horas, cada una de las escenas arriesga. A veces acierta, a veces falla, pero siempre batea a por todas.
Y, finalmente, un colofón final que intenta inspirar esperanza pero no puede evitar augurar finalidad. Una reflexión y una pregunta. El cine es una fiesta, una bacanal, un trabajo, una comedia, una tragedia, y un arte.
El cine sobrevivirá. ¿Pero qué pasa con sus artistas?
Puedes ir a esta fiesta a partir del viernes 20 de enero. Y de resaca, responde a la pregunta.

Te golpearás el pecho con…
- Las bacanales, las fiestas.
- Cuando acierta, acierta de 10.
Te golpearás la cabeza con…
- Las resacas, las consecuencias.
- Cuando falla, falla de 1.
EL VEREDICTO

Tenemos un gran surtido de críticas interesantes, ¿por qué no te pasas por la tremenda crítica de Laura Riera sobre Blonde?