
Con el reciente estreno de Misión: Imposible – Fallout, hemos creído conveniente hacer un repaso de la saga hasta el momento. La franquicia es interesante no solo a nivel cinematográfico por incluir una multiplicidad de directores cada uno con un estilo muy personal y la que es la mejor película de acción de lo que llevamos de siglo con Ghost Protocol, sino porque también es curioso observar cómo las películas se interrelacionan con la vida de su incombustible estrella protagonista, Tom Cruise. Misión: Imposible es la saga que mejor define a Cruise tanto en su faceta de actor como en la de estrella dentro de la cultura popular, ya que muestran su ferviente y obsesiva dedicación a un proyecto con esas secuencias en las que literalmente se juega el cuello simplemente para conseguir una secuencia más inmersiva para el espectador, y porque es curioso analizar cómo cada entrega de la saga refleja el punto en el que se encontraba la percepción pública de Tom Cruise como estrella en el panorama cinematográfico mundial.
Misión: Imposible (1996)
Dirigida por Brian de Palma, Misión: Imposible fue la primera película que Tom Cruise produjo en su vida. Después de lo que ya había sido una carrera estelar trabajando con algunos de los mejores y más míticos directores de su momento (Coppola, los Scott, Scorsese, Stone, Howard, Reiner o Pollack), Cruise se atrevió a dar el paso para conseguir lo que tanto tiempo llevaba ansiando: tener control creativo sobre un proyecto. Así, se alió con la que sería su fiel compañera durante la próxima década, Paula Wagner, y juntos produjeron lo que en el momento sonaba como una idea completamente descabellada: un remake de una olvidada serie de los 60 protagonizada por Martin Landau…
en el que recuperaban el protagonista mítico de dicha serie – Jim Phelps – solo para aparentemente asesinarlo en los primeros veinte minutos de la película, y más tarde revelarlo como el villano de la misma y ser asesinado – esta vez de verdad – por el nuevo agente protagonista: Ethan Hunt, i. e. Tom Cruise. Desde luego, toda una declaración de intenciones.
Para esta primera inmersión en el mundo de la producción, Cruise contrató a otro legendario director con el objetivo de intentar asegurar que el proyecto tuviese la máxima calidad: Brian de Palma. De Palma, mítico autor Hollywoodiense acostumbrado a plasmar su personal visión en cada una de sus cintas, no apreció muy positivamente las constantes intervenciones de Cruise en el desarrollo de la película, y es bien sabido hoy en día que hubo choques constantes entre los dos durante el rodaje. Y es que Tom Cruise no iba a desaprovechar su primera incursión como productor sometiéndose una vez más a la inalterable visión de un director, sino que tuvo un firme control sobre todas las decisiones que se tomaron durante el rodaje.
Cruise se hallaba en un punto álgido de su carrera, se sentía poderoso y seguro – sobre todo con su nueva posición como productor – y esto se refleja en su interpretación de Ethan Hunt. Su personaje es otra versión de los muchos héroes que interpretó durante la primera parte de su carrera: un joven presumido y soberbio, que hace constante gala de la ya mítica “sonrisa Cruise” para salirse de muchas de las situaciones en las que se ve envuelto a lo largo de la película. Es una actuación representativa del punto en el que se encontraba Tom Cruise como estrella, y es la primera muestra de lo que la saga acabará demostrando: Ethan Hunt es Tom Cruise.
El resultado de este experimento fue una película que si bien nunca llegó a convertirse en un clásico, sí que incluye una escena mítica – el robo en la CIA -, le aseguró a Cruise un ya legendario acuerdo con Paramount Pictures – que a partir de aquí acogería la mayor parte de las películas del actor -, y consiguió recaudar suficiente dinero como para asegurar una secuela. Esta llegaría cuatro años después.