
El 21 de agosto llega a nuestros cines (si las circunstancias lo permiten) La boda de Rosa, la nueva película de Icíar Bollaín. Protagonizada por Candela Peña, Nathalie Poza y Sergi López (entre otros), cuenta la historia de Rosa, y su boda. Y hasta ahí leeremos el argumento.
La boda de Rosa es fácil de ver, pero difícil de hablar sobre ella.
Tengo problemas a la hora de hablar de esta película.
Por un lado, cuando la ves es un buen rato. Por otro, no es una película que se dé a un fácil análisis inicial. Con eso no digo que sea difícil de ver, sino todo lo contrario. La simpleza del argumento y la sencillez del estilo hacen que sea una película que entra fácilmente por los ojos.
Y hay cosas de las que hablar. Y voy a hablar de ellas. Pero es difícil. Mi teoría es: cuanto más fácil de ver es una película, más difícil es hablar de ella. Incluso, o especialmente, cuando tiene miga.

En el caso de La boda de Rosa, no tiene mucha. O mejor dicho, no tiene mucho subtexto que desenterrar, ni significados ocultos de descifrar. Básicamente, lo que te cuenta es lo que hay. Y por eso tengo problemas para escribir sobre ella.
(Y en este caso eso no es un defecto)
Esperemos que la comedia sutil haya vuelto para quedarse.
Pero empecemos con mi primer pensamiento al ver esta película: La boda de Rosa es una comedia sutil, y hace mucho que no veo una de esas.
La sutileza en el cine en general, pero en la comedia en particular, dejó de usarse hace tiempo. Hay gente que pone el punto de inflexión en Scary Movie en Hollywood y supongo que en España podría considerarse Torrente como la película que mató la sutileza.

Y con sutil, me refiero a dos cosas. Por un lado, no hay humor escatológico, no hay bromas a costa de colectivos, no hay humor violento ni necesita que sus personajes digan tacos hasta la saciedad. Y por otro lado, ninguno de los personajes son caricaturas.
Estamos tan acostumbrados a las caricaturas que tenemos en comedias como Ocho apellidos vascos, Promoción fantasma o cualquier comedia de Adam Sandler, que a veces nos olvidamos de que es posible hacer comedia con personajes algo más profundos.
Lo que nos lleva al plato principal.
Un plato cocinado a fuego lento, ligeramente crudo, con una pizca de drama de guarnición.
La boda de Rosa es una screwball (comedia de enredos) cocinada a fuego lento. Se podría decir que el resultado final está algo crudo, porque el estallido final (cuando todos los enredos salen a la luz) no es todo lo potente que podría ser. Pero puede que un final más potente hubiese sido peor.

El tono siempre es más cercano al drama que a la comedia, tanto porque la crisis de la mediana edad de su protagonista Rosa no está presentada como algo cuqui ni gracioso en sí mismo, como porque Icíar Bollaín le dedica tiempo y seriedad a los temas tangentes como la emigración de la hija, el alcoholismo de la hermana o el patetismo del hermano.
Así, cuando hay una risa te pilla por sorpresa.
Hay dos formas de hacer una comedia sutil. Una es hacer una película que te ponga una sonrisa en la cara durante toda su duración, y la otra es la que presenta La boda de Rosa. La comedia está en la condición humana, en la situación ridícula que, por otro lado, es completamente comprensible.
Y por eso es difícil hablar de esta película. Porque es sutil. Es comedia, pero no tanto. Y es costumbrista, pero la premisa no está inspirada en el realismo social. Es interesante, pero no fácil de agarrar. Y no es difícil de ver. Pero es difícil de hablar de ella de manera significativa.
Al final, esto ha sido una manera muy larga de decir: me ha gustado.
Pero no me pagan por escribir una crítica de tres palabras. (No me pagan en general, pero bueno eso es otra cosa).
Y ahora, sobre La boda de Rosa…

Te golpearás el pecho con…
- La comedia sin prisa, sin estridencia y con sutileza.
- El reparto, equilibristas entre la comedia y el drama.
Te golpearás la cabeza con…
- A ratos, parece que se ha quedado a medias.
- Los lugares comunes del costumbrismo rozan el cliché.
EL VEREDICTO

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