
El 2017 tuvo dos grandes películas. La primera fue un éxito rotundo de dimensiones galácticas que vio medio planeta. La segunda fue Mom and Dad, y no la vio nadie. Ahora, debido a una de las pocas ventajas que tiene el sistema de proyección de cine en España, acaba de llegar con retraso a nuestras pantallas esta joya que en su país de origen salió directamente en DVD y VOD, haciendo que pasase completamente desapercibida. De modo que, en mi más humilde opinión, recomiendo a quien lea estas palabras que deje automáticamente todo lo que está haciendo en su vida y vaya a su cine más cercano para ver esta pequeña maravilla que, durante un tiempo limitado, tenemos el privilegio de ver proyectada en una pantalla de cine.
Mom and Dad tiene un planteamiento tan simple como eficaz: un día cualquiera y sin previo aviso, se extiende una pandemia nacional que hace que los padres quieran asesinar a sus hijos. Esta premisa es una fértil tierra de cultivo para crear un filme alocado y extravagante, que rebose comedia negra y nos haga reír al mismo tiempo que estremecer. Pero no os dejéis engañar por lo aparentemente simple de su trama: Mom and Dad por supuesto es todo esto, pero en su esencia es muchísimo más. Y es que, en el fondo, esta película esconde un punzante y descarnado análisis de una de las realidades más universales y – para muchos – terroríficas, de nuestra edad moderna: el envejecer.
Mom and Dad nos ofrece un comentario muy cínico acerca de ese sueño con el que nos alimentan desde que nacemos – esa idílica idea del núcleo familiar férreo, incorruptible e inquebrantable al que todos aspiramos, pero que muy pocos llegan realmente a conseguir – y nos muestra como a medida que nos hacemos mayores todos estos sueños de perfección y fantasía se empiezan poco a poco a resquebrajar para finalmente derrumbarse como un castillo de naipes. En Mom and Dad nos encontramos con la versión más oscura de esta anacrónica idea de la familia perfecta, y el filme se encarga de destrozarla sin complejos: literalmente a base de palos. De este modo, en Mom and Dad nos encontramos con una de las visiones más mordaces y ácidas sobre la famosa “suburbia” americana, una que – a mi parecer – nada tiene que envidiarle a clásicos como American Beauty (Sam Mendes, 1999). Pero al igual que esta película, Mom and Dad también ofrece un ligero ápice de esperanza, que en esta ocasión parece resumirse en la idea de los hijos son a la vez – y en palabras del sabio Homer Simpson – «causa y solución de todos los problemas de la vida.»
Además, la película está impolutamente sostenida por la doble actuación de su pareja protagonista, la cual da título a la cinta: Nicolas Cage en el papel del padre, y Selma Blair en el de la madre. No puedo enfatizar suficiente el punto hasta el cual el casting de esta película es absolutamente perfecto. Es una maravilla contemplar a Selma Blair mostrarnos su vida de silencioso y exasperado sufrimiento a través de brillantes contorsiones faciales a cada cual más sutil que la anterior. Y justo cuando la película nos ha brindado las suficientes dosis de esa magnánima sutileza, Nicolas Cage literalmente irrumpe en la pantalla, aullando despropósitos, golpeando paredes y destrozando mesas de billar a golpe de martillo, brindándonos una de las actuaciones más físicas y brillantes de su carrera, y demostrando cómo los creadores de esta película han sabido utilizar su “on-screen persona” a la más pura perfección.
Particularmente una escena en la segunda mitad de la película en la que estos dos majestuosos intérpretes se toman un momento en la mitad de todo el caos que acontece para sentarse contra una pared el uno junto al otro, me fascinó al hacerme ser testigo de cómo una película tan disparatada y absurda era aún así capaz de conmoverme profundamente con algo tan simple como el hecho de que estas dos personas se dieran la mano; encontrando así un ápice de esa anterior complicidad que compartieron en su juventud, todo ello siéndoles devuelto ahora a través del catártico ejercicio de la violencia. Es un testimonio de la calidad de esta película y de todos sus integrantes el cómo una escena así puede suscitar tales sensaciones en el espectador a pesar de la disparatada y ridícula situación en la que se encuentran envueltos todos sus protagonistas.
Por último, sin hacer spoilers, quiero solo mencionar la brillantez de la extrema y delirante secuencia del tercer acto – con un cameo usado a la perfección – y que también es digna de admiración la última frase la película; ejemplo perfecto de una elocuencia sutil con una frase simple y que incluso se interrumpe pero que no obstante en unas breves palabras concentra la esencia de esta película, justo antes de que entren los créditos finales.
En definitiva, una experiencia magnífica a la par que disparatada, muy políticamente incorrecta, todo ello en una película de las que sinceramente ya no se hacen en este Hollywood moderno de superhéroes y jedis, que tenemos la suerte de poder presenciar en una pantalla de cine. Así que lo dicho, poned en pausa el resto de vuestras vidas, id al cine, comprad palomitas y durante una breve hora y media permitid que esta pequeña joya del séptimo arte os deleite con el máximo disfrute y diversión que, como ya decía V, “sólo el celuloide es capaz de proporcionar.”
Te golpearás el pecho con…
– Nicholas Cage y Selma Blair.
– El tercer acto.
– Frases simples de elegante elocuencia.
– NIC Y SELMA.
Te golpearás la cabeza con…
– El hecho de que no la hayamos tenido en cines antes.