
Recibimos Hereditary en un momento en el que nuevas propuestas, alejadas de los cánones imperantes del género, han conseguido refrescar el cine de terror. En un lugar tranquilo (A quiet place, 2018), Déjame salir (Get Out, 2017) o, anteriormente, las interesantísimas It Follows (2014) y La bruja (The Witch, 2015), por poner algunos ejemplos, han innovado en el tratamiento del objeto de terror, su visibilidad, ambigüedad, y su conexión con la psique humana.
Propuestas que van más allá del susto fácil, el trillado golpe de efecto sonoro o la perpetua penumbra como escenario. Sí, hay vida más allá del inabarcable y adictivo universo orquestrado por James Wan con las ya míticas pero de calidad desigual Insidious, Expediente Warren o Annabelle.
Hereditary, ópera prima de Ari Aster, bebe de un cine tradicional (nos recordará a clásicos como La semilla del diablo (Rosemary’s baby, 1968) o Amenaza en la sombra (Don’t look know, 1973)) en el que, con un ritmo deliberadamente lento, se va tejiendo una atmósfera malsana para que la inquietud o el desconcierto puedan hacer acto de presencia en lo más cotidiano, en un gesto equívoco, en escenarios a plena luz del día o, por qué no, en una casa de miniaturas.
La película arranca con una primera mitad inquietante, sugestiva y brillantemente calibrada, presentando unos personajes en su mayor parte bien definidos, a la par que sometidos por un pasado turbio que no ha sanado, y en el que subyace la sombra de la inestabilidad mental o emocional.
Pasado el ecuador del film, donde recibimos el impacto de una escena de lo más descorazonadora, empieza a desatarse el caos, para bien y para mal. En el apabullante desarrollo de la segunda mitad, el espectador puede sentirse aturdido en algunas secuencias, alejándose de la seriedad de la propuesta, pero paradójicamente se consigue mantener una afilada tensión narrativa.
Otro handicap de Hereditary, tan común del género, se encuentra en su pretensión de resolver explicativa y satisfactoriamente los hechos, haciendo tambalear en algún momento el tempo conseguido.
La factura es impecable de principio a fin, con secuencias y encuadres que aprovechan con acierto las ambiguas reminiscencias del mundo miniaturizado que la protagonista crea como hobby.
Las interpretaciones son más que correctas: destaca Toni Colette y su personaje lleno de matices; Alex Wolff y Milly Sharpiro no dejan indiferente a nadie, cada uno en su registro, mientras que Gabriel Byrne consigue defender decentemente a un personaje que sirve para poco más que de contrapunto.
No todo el mundo entrará en el juego de Hereditary, a pesar de presentarse como una apuesta arriesgada y fresca que, pese a sus fallos, cree en sí misma. Pero el filme cuenta con recursos para que el espectador que se ha zambullido en la historia mantenga la tensión hasta el tremendo final, que no le decepcionará.
Pero antes de daros nuestra nota, echadle un ojo a la cutreview de Clara (aka Scarlew Harzac) en su canal:
LA OPINIÓN DE KONG 
Te golpearás el pecho con…
– El terror manifestado en múltiples formas.
– Toni Colette y sus registros.
Te golpearás la cabeza con…
– Que no se dé más juego a las miniaturas.
– Algún descuido de tempo y consistencia en la segunda mitad.