
Precursor al concepto del planting narrativo, el arma de Chéjov tiene su origen en la correspondencia que el legendario dramaturgo se enviaba con su amigo Aleksandr Gruzinski, en la que Chéjov insistía con cierta recurrencia en la necesidad de limpiar los relatos de datos superfluos: Chéjov tenía cierta fijación con un monólogo en una obra de Gruzinski que se alejaba diametralmente del tema de la obra. Su primera mención a algo que por aquel momento era sólo un consejo de amigo escritor a amigo escritor, decía algo parecido a lo siguiente: «si al comienzo de un relato se ha dicho que hay un clavo en la pared, ese clavo debe servir al final para que se cuelgue el protagonista».
En posteriores cartas, y al ver que su amigo Gruzinski no atendía a razones y seguía sin cambiar ese monólogo, pasó a métodos más expeditivos y expresó la funcionalidad de todos los elementos narrativos con una figura más amenazante y de un sólo uso: «si en el primer acto hay un arma colgada en la pared, en el tercer acto debe ser disparada». Y si no, no la pongas ahí. Algo que empezó como un simple consejo, una referencia a la necesidad de una película de obedecer su lógica interna y honrar sus imágenes más poderosas, se ha convertido en una convención narrativa que toma un montón de formas. Y hoy viajaremos a través de una selección de las que nos han parecido las mejores y más divertidas armas de Chéjov. Por supuesto, ¡en esta lista no hay más que spoilers!
How to basic: cómo no hacerlo
¿Qué mejor manera de aprender qué es una cosa que ver un uso completamente erróneo? En The Room (2003), la bizarra obra de Tommy Wiseau, la madre de Lisa comenta con una ligereza exasperante que tiene cáncer de mama: esta información no tiene repercusión alguna en la trama, ni encaja temáticamente con el resto de la película. Hay quién dice que Chéjov lleva dándose de golpes con la tapa del ataúd desde 2003 al grito de «you’re tearing me apart, Tommy!«. Esto incluso es usado como gag en The Disaster Artist.
Literalmente
¿Y si alguien estuviera tan loco como para colgar un arma de la pared, hacer discutir a sus personajes sobre si esa arma es real, y comprobar que sí era verdadera en el tercer acto de una película? Así ocurre en Zombies Party (Shaun of the Dead, 2004), una película que es una divina locura por muchas razones: una de ellas es que mientras Edgar Wright exhibe este uso bastante naíf del arma de Chéjov, desgrana con sutileza toda la trama de la película en una conversación entre los protagonistas durante el primer acto. Un ejemplo similar puede encontrarse en Quemar después de leer (Burn After Reading): si un personaje, agente federal, chulea con que nunca ha disparado su arma… ¡Bang!
Ni un arma ni un clavo: una pecera
Durante un tiempo en las películas de acción hubo una escena que insistía en repetirse sin orden ni control: si salía un acuario, o una pecera en pantalla, ésta debía terminar rompiéndose. Por insistencia, el arma de Chéjov se convirtió en la pecera de Chéjov. Algunos ejemplos son Arma Letal 2 (Lethal Weapon 2, 1989), Gigoló (Deuce Bigelow: Male Giggolo, 1999), Desafío Total (Total Recall), Octopussy (1983), Hora Punta 2 (Rush Hour 2, 2001), Eraser (1996), ¡Canta! (Sing, 2016), ¡incluso en Los Simpson! Pero nosotros nos quedamos con el acuario reventado de Misión: Imposible (Mission: Impossible, 1996), que, además, inaugura una nueva categoría de armas de Chéjov: el boomerang de Chéjov, puesto que el chicle explosivo que Ethan usa para reventar la pecera también se usa en el clímax de la película…
Los sueños húmedos de Chéjov
La mujer que le cuenta a Marty el día y la hora exactos en que el rayo impactará en el ayuntamiento, el relato de la madre de Marty a sus hijos sobre cómo conoció y se enamoró de su marido, el centro comercial cambiando el nombre después de que Marty choque contra uno de los pinos… Regreso al futuro (Back to the future, 1985) es una fuente inagotable de armas de Chéjov en la que casi todos los elementos de la película existe para preparar para un evento futuro. Nuestra favorita es una de las pocas armas de Chéjov que se preparan en una película y se disparan en otra: cuando Biff está mirando Por un puñado de dólares en la televisión en Regreso al futuro II (Back to the future. Part II, 1989) y Marty usa la misma táctica que el personaje de Clint Eastwood en la película en Regreso al futuro III (Back to the future. Part III, 1990).
Armas de Chéjov como churros
Al personaje le llamaban Q, pero bien podrían haberle llamado Chéjov. En su versión más burda y cruda, el arma de Chéjov es esto: un gadget único que será útil para nuestro héroe a medida que avance la historia. James Bond recibe un maletín explosivo (Desde Rusia con amor (From Russia with love, 1963)), un arma que solo dispara al ser cogida por cierta mano (Skyfall, 2012), o un bolígrafo explosivo (GoldenEye, 1995)… y sabemos que más tarde en la película el maletín explotará, otro personaje cogerá el arma y no podrá disparar, y que el bolígrafo acabará reventando: el artefacto mágico de las películas de aventuras convertido en el accesorio de una navaja suiza…
¿Algo más sutil?
En sus mejores usos, el arma de Chéjov debería ser lo menos llamativa posible: la mejor arma de Chéjov es aquella que te asusta con el sonido de su disparo. Tenemos la armadura de mithril de El Señor de los Anillos: La comunidad del anillo (The Lord of the Rings: The Felowship of the Ring, 2001), el reloj de Jungla de Cristal (Die Hard, 1988), el exoesqueleto de Aliens: El regreso (Aliens, 1986), o el mosasauro de Jurassic World (2015), pero nosotros nos quedamos con el cambio en monedas de Escondidos en Brujas (In Bruges, 2008): al inicio de la película Ken no puede entrar en la torre porqué le faltan diez centavos, aún habiendo reunido todas las monedas que llevaba consigo, y estas mismas monedas que no puede gastarse son las que le sirven después para avisar de su suicidio a los transeúntes. Pese a ser un detractor de Chéjov confeso, Martin McDonagh es un alumno aventajado.
¿Y si lo llevamos un paso más allá?
El lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street, 2013) es una ralla de cocaína cinematográfica que encierra una de las mejores armas de Chéjov del cine reciente. ¿Os acordáis de las peceras de Chéjov de las que hemos hablado hace un rato? Hay un personaje en la película que es filmado siempre delante de una pecera… y que acaba siendo la perdición del protagonista (explotando metafóricamente) cuando le pillan en un restaurante de la cadena Benihana… cuya especialidad es el sushi: pescado crudo. Si hay una pecera en una película, tiene que acabar reventando. Y si hay un banquero suizo, tienen que acabar pillándole. Gracias por tanto, Martin.
Subversiones
Como decía Sonny Crocket parafraseando al decimocuarto Dalai Lama, debes conocer las reglas antes de romperlas. Y para ello no podemos hacer más que volver a los hermanos Coen. Su primer largometraje, Sangre fácil (Blood Simple, 1984), podría definirse como una sátira del arma de Chéjov: el juego con la audiencia es constante, y mientras que algunos detalles (como el arma y el número de balas que le quedan en la recámara) son usados más adelante, otros (como el Zippo) se muestran pese a no tener la más mínima importancia más adelante. Más recientemente, tenemos el ejemplo de Dos buenos tipos (The Nice Guys, 2016), cuando March se dirige a por el arma tobillera de Healy para descubrir que su presencia no había sido más que parte de un sueño: en una película plagada de armas de Chéjov, esta se usa para despistarnos. O en Guardianes de la Galaxia (Guardians of the Galaxy, 2014), cuyo juego con las expectativas de la audiencia termina en una reinvención maravillosa de este concepto: el walkman con la música de la madre de Peter Quill es lo que termina salvando a la galaxia, con esa batalla de baile para distraer a Ronan del uso de una arma de Chéjov más tradicional, la última invencion de Rocket.
Se discute por algunos foros de internet que la traducción de las palabras del dramaturgo ruso que han llegado a nuestros tiempos y han servido de inspiración a tantos y tantos guionistas, cineastas y autores de otros medios en general podrían haber echado a perder la intención real de Chéjov, que no era otra que hablar con sorna de la rigidez de las normas estructurales de las narrativas de su tiempo. Lo que está claro es que a raíz de sus palabras, aunque posiblemente malinterpretadas, se ha creado una tendencia con algunos resultados brillantes que, con la condición del arte como disciplina siempre voluble, aún puede ser estirada un poco más allá.